domingo, 20 de junio de 2010

Kathleen Edwards - "Goodnight, California"


Volvemos con música después de algo más de medio año. En los últimos meses he escuchado mucha música, por supuesto, pero nada realmente nuevo. Me he dedicado básicamente a volver a escuchar esos discos que tanto me gustan. Creo que hace tiempo comenté que me gustaba esa sensación de redescubrir música: volver a coger un disco que hace mucho que no oía y verme atrapada con ciertas canciones que a lo mejor en su momento no me decían nada.

Una de esas canciones es "Goodnidght, California", de Kathleen Edwards, mi artista favorita. No sé por qué en su momento esta canción no me llamó demasiado la atención. Preferí otras canciones del mismo disco, pero últimamente le dedico bastantes escuchas a esta maravilla. Se trata de una canción básicamente instrumental, con solo unos pocos versos entonados por la seductora voz de la canadiense.

La versión de youtube es una auténtica maravilla, con Kathleen tocando el violín. Las guitarras suenan de maravilla (¿dónde está Colin Cripps, por cierto?). Es difícil explicar qué transmite una canción, pero con esta aún me resulta más difícil. Me traslada quizás a otro lugar, a un buen lugar. Es, desde luego, una estupenda terapia para escapar cuando los pensamientos negativos empiezan a llegar.

"¿Sabes lo que me gustaría?
Tú y yo solos
sentados en la esquina de este bar.
No voy a mentir ni nada.
Ni siquiera tienes que hablar
si sigues mirándome"


"Si la cosa funciona"

Este fin de semana tuve el placer de dedicar alrededor de una hora y media de mi tiempo a la última película (por el momento) de Woody Allen, "Si la cosa funciona". Como es habitual en sus últimas producciones, Allen cede el papel protagonista a otro actor, en este caso al cómico televisivo Larry David, que interpreta aquí al típico personaje neurótico del director neoyorquino.

Boris es un genio de la física que odia el mundo por considerarlo, básicamente, inferior a él en todo. Sufre de terrores nocturnos que le recuerdan que nada tiene sentido. Un día, casualmente, conoce a una chica que acaba de llegar a Nueva York desde un pueblo perdido del Sur de los Estados Unidos. Lo que empieza como un gesto solidario con una chica inocente y perdida en la gran ciudad, se desarrolla como una sucesión de enredos vitales y, sobre todo, amorosos.

Aunque en esta película siguen presentes los eternos conflictos de Woody Allen, vemos quizás unas mayores dotes de amargura, encarnadas en el personaje protagonista, con sus disquisiciones desengañadas sobre la política, la sociedad, el amor... A pesar de todo, el final nos deja un buen regusto, aunque, como el propio Boris nos recuerda que nada dura siempre.